Un simple Culturista

Relato: Un simple culturista

Tal vez este relato, publicado en 2003 hace 13 años y revisado ahora, pueda ser el escrito que más me gusta de todo lo que he escrito y quizás lo que más me han felicitado, incluso por encima de libros escritos por mi.

 

UN SIMPLE CULTURISTA

por José María García Garcia

Carlos estaba levantado, aún era de noche y las luces del alba todavía no tardarían sólo un rato en acudir. Acostumbraba desde hacía mucho tiempo a ir al gimnasio para preparar el local o reparar aquí y allí los aparatos que, a pesar de su diseño tan antiguo y decadente, funcionaban aún como el primer día. Quizás las máquinas morirían con él, en el hipotético caso de que eso pudiera pasarle…

La ciencia antienvejecimiento estaba a punto de dar con la inmortalidad efectiva, los precursores de la telomerasa se prodigaban cada vez a precios más baratos. Carlos fue uno de los primeros que uso TA 65 allá por la primera década del siglo XXI y desde luego su funcionamiento era evidente. A pesar de ello, no estaba muy seguro de que lo que había hecho fuera positivo, pensaba que algo irregular había en que a sus más de 70 años su cuerpo tuviera una edad fisiológica de 40…

Este viejo entrenador era metódico; gustaba de tener la misma rutina, jornada tras jornada, le daba una regularidad, necesitaba esa disciplina para poder tener razones por las cuales hacer el día a día más llevadero. En el presente día que empezaba, pocas cosas necesitaban de su atención, quizás debería de pintar un poco las paredes, tal vez cambiar algún panel de leds de las luces, aunque para eso necesitaría de ayuda, cosa que, evidentemente a esas horas, era difícil de encontrar a un tipo que quería hacerlo todo casi solo.

En más de una ocasión se llegó a plantear el hecho de que para qué vivir tanto tiempo si no tienes otra meta que seguir tu instinto de supervivencia, ese impulso interno que te empuja a vivir a costa de lo que sea, algo que probablemente se inculcó como un mecanismo de pervivencia para poder asegurar la siguiente generación, ahora ya totalmente inútil. Sus hijos estaban lejos pasando tiempo de estudios e intercambios de trabajo en otros países. Eso no dejaba de permitirle estar muy en contacto directo, las videoconferencias, módulos personales que no eran más que la evolución del móvil y ordenador personal, incluso ya comienzan los hologramas en realidad virtual y en poco tiempo podrá hasta acariciar a sus nietos sin estar presente.

Pero no tenía claro qué da sentido el hecho de vivir tanto y tener la posibilidad de hacerlo para siempre. Alguna vez, viendo las fotos de sus antepasados llegó a la conclusión de que no estaría tan mal morir y seguir el devenir natural del hombre. Lo que estaba pasando en la actualidad podría ser adjetivado con muchas palabras pero nunca con las de naturalidad.

Tras entrenar los grupos musculares que hoy tocaban y cuando se dirigía al vestuario, alzó la vista y oyó golpes en la puerta de cristal que formaba parte de un todo en el edificio de vidrio que era lo que, en el año 2.042, privaba como arquitectura actual…

¿Quien demonios sería?” Aún no eran las ocho de la mañana y no esperaba visita. Carlos pasaba de largo la edad en la que su curiosidad se veía desafiada e ignoró los golpes. Éstos volvieron, e incluso se incrementaron, provocándole un sentimiento de repulsa que le hizo titubear un instante. “¿Quién sería el despistado?” agudizó la vista y creyó identificar a un hombre joven… le resultaba conocido; era normal, a un dueño de gimnasio que ha contemplado pasar a miles de personas por su puerta, le era fácil reconocer a alguien a quien apenas haya visto con regularidad. Quizás éste era un cliente que no se había enterado que el horario no era 24 horas/día, que aquí se abría a las 8.00 de la mañana, le gustara a quien le gustara. Carlos era así. A pesar de esa antigua costumbre el individuo comenzó a mover los labios intentando que el veterano entrenador le abriese la puerta.

Vaya por Dios” pensó el entrenador, “pero si era uno de los nuevos… Juan, creo recordar” seguramente se había olvidado de algo en su taquilla y viene a recogerlo, hoy en día nadie puede estar sin su módulo personal. Desde luego, qué cabeza!”. Estos curiosos aparatos eran fruto de la unión del ordenador y del móvil, suelen colocarse como una banda o pulsera en el brazo aunque los había de todas formas (collares, cinturones, mochilas,etc…) siendo como se puede imaginar, imprescindible para la vida de estos urbanitas del futuro. Los había de todos los tamaños y colores, pero normalmente con la moda imperante eran unos brazaletes de materiales metálicos diversos que además de adornar eran el instrumento ineludible de comunicación y trabajo; la mayor parte eran pantallas desplegables en 3D, estos ‘gadgets’ eran los últimos juguetitos con que los ejecutivos se vanagloriaban entre ellos de poseer. Incluso la mayor parte de ellos se implantaron un chip comunicador con lo que ya podían manejarlo a veces sólo con su mente. La época de ponerse un teléfono en la cara paso a la historia para ellos hace muchos años.

El gimnasio de Carlos era una de las últimas reliquias que permanecían abiertas desde finales del siglo pasado. La época de los gimnasios pasó a mediados de los años veinte, cuando la ingeniería farmacéutica logró resultados increíbles hasta ahora, gracias a los resultados con los inhibidores del crecimiento (miostatina), la necrosis y extracción adiposa, los supresores del apetito y alguna que otra novedad en otros campos de la investigación. Tales hechos permitieron, a los que tenían mucho dinero primero y a la gran generalidad de gente después, disfrutar de la masa muscular elegida, a la vez que podía tener la cantidad de grasa que ellos quisieran, pidiéndoselo tranquilamente a su ingeniero corporal, descendiente directo de esos médicos estéticos y nutricionistas que comenzaron a proliferar en el nacimiento del nuevo siglo.

Lo que antes se conocían como gimnasios habían quedado con la finalidad, ya no de cambiar tu cuerpo, si no de disfrutar entrenando, eso los pocos que quedaban, porque como vimos el hecho de que poder estar en forma sin entrenar hizo que casi desaparecieran todos.

Al ver como Carlos se aproximaba, la cara del joven dejaba entrever que su insistencia en los golpes era, de alguna manera, injustificada; no obstante para él era necesario hablar con aquel tipo. La vida de la gente de su edad pasaba entre fiestas en donde las drogas de diseño circulaban con plena normalidad, si no fuera por sus efectos en la personalidad… gracias a sus módulos interconectaban y consumían sus raciones de TV, en cualquier momento y sitio todo empezó con algo llamado youtube hace unos 50 años ya…

Estudiaban hasta casi la treintena, preparados para gestionar cualquier puesto de trabajo que, gracias a su cualificación y a su posición social (sobretodo esto), se le otorgase. Ya habían comenzado los primeros lifeextensions que no eran más que programas de realidad paralela en los que incluso ya se podía ganar la vida (real, se entiende); derivaciones de aquellos facebook y tuentis de principios de de siglo, las vidas virtuales eran ya un problema social bien extendido y que no tenían arreglo aparente. El trabajo había llegado a ser un lujo reservado a aquellos que tuvieran las mejores notas en los estudios. El resto no trabajaba, los robots había llegado hace unas dos décadas al mundo occidental y habían hecho bajar los puestos de trabajo a un 30%, por ejemplo en España actualmente sólo trabajan 5 millones de personas. El resto tiene un sueldo sólo por vivir y cumplir con algunas (pocas) obligaciones de calado social principalmente. Todo esto llegó después de bordear una revolución social al estilo de la francesa de 1789, con muertos incluidos, presencia del ejército en las calles, toque de queda etc…

Fue la mayor convulsión social conocida por Carlos en toda su vida, realmente temió que la raza humana se autrodestruyera a si misma. La gran crisis económica del 2007 se hizo casi una bobada al lado de estas revueltas sociales.

Juan seguía pensando en su plan. Para este chico Carlos era un tipo raro, cualquiera con su edad hacía años que ya no trabajaba y se dedicaba a viajar por el sur, viviendo en verano todo el año.

  • Hola, buenos días

  • Buenos días, se te ha olvidado algo, hijo?

El dueño del gimnasio puso una cara que terminó de ironizar la pregunta que, como una protesta, lanzó nada más abrir la puerta.

  • No; verá… es que quería hablar con usted

  • No soy tan mayor como para que des un tratamiento, ¿verdad Juan?

El uso de la tercera persona hacía muchos años que sólo se le concedían a los muy mayores, había otra manera de emplear esa palabra: por respeto; pero también marcaba que el que lo recibía, ya era alguien que, de alguna manera, no podía igualar las prestaciones del otro interlocutor, siempre más joven.

  • Bueno, no quería decir eso… Carlos, sólo que no hemos hablado casi nunca y bueno…, quisiera hacerle unas preguntas…

  • ¿Que tipo de preguntas necesitan estas horas?

Juan miró al suelo, evidentemente para él era cosa de suma importancia, lo único que le preocupaba era hacérselo saber a aquel veterano culturista, que comprendiera lo importante que para él era esa visita, tan inoportuna. Quizás se había equivocado, llegó a pensar, aunque finalmente habló:

  • Me contaron que venías muy temprano, antes de abrir el gimnasio, y pensé… bueno si no está muy ocupado, tal vez no le importaría tener una charla conmigo… de algunos temas que me intrigan…

La mente del veterano se quedó en blanco, “si no había olvidado nada… qué era lo que quería este chico”. Frunció el ceño. El silencio se hizo entre los dos…

  • Pasa y me cuentas… había terminado ya de entrenar.

Carlos dio media vuelta y se dirigió al pequeño despacho-oficina que tenía la puerta a escasos metros de la entrada. Juan siguiéndole pudo fijarse mejor en Carlos, su físico seguía siendo digno de admiración, y no para una persona de su edad sino para la edad de cualquiera. El joven calculó que debía estar entre los ochenta y cinco o noventa kilos, lo que, para el uno setenta y cinco centímetros del master, daba como resultado un físico con el que muy bien se podía adquirir en unas cuantas sesiones con el ingeniero corporal. Sin embargo sabía, de lejos, que Carlos jamás habría visitado a uno de aquellos “diseñadores”; es más, sospechaba que no les caía muy bien semejantes individuos.

– Siéntate ahí si quieres. Espero que no te importe que desayune mientras me hablas de lo

que quieras.

– No en absoluto, por favor…

Carlos mezcló unos polvos con agua en un aparato parecido a un microondas, pero que tenía una abertura en la parte superior; era un termomanufacturador. Tecleó un par de veces y salió un líquido que cayó en un vaso, recogió la mezcla desde una salida lateral, a la temperatura y textura indicada. Tenía preparadas además unas tortas de avena hechas en el mismo aparato. Cuando se dispuso a recoger toda esta comida de la plataforma que tenía en la pared lateral, se preguntó si este visitante inoportuno tendría hambre, pero recordó que hoy en día, solo se comía cuando los inhibidores del apetito se abandonaban, solo era cuestión de tomar los preparados que los sobres que los tratamientos indicaban. Supuso que, como todos, él los tomaría y se sentó sin decirle a Juan nada sobre la comida. Qué lejos quedaban esas formas sociales cuando alguien comía con otra persona delante… Colocó la bandeja en el escritorio, bajó antes su módulo que, a pesar de los años funcionaba, colocando los pies irrespetuosamente en una esquina de la mesa.

Carlos le miró a los ojos y escupió:

  • Pues tú dirás.

  • Bonito gimnasio, ¿de que época son la máquinas?

El adulto lo miró con asombro, por un momento titubeó si incorporarse o reírse; después de 50 años en un gimnasio, su paciencia hacía tiempo que se agotó para algunas cosas…, finalmente puso su espalda en posición vertical bajando los pies poco a poco y le miró fijamente.

  • No me dirás que estás aquí para decirme eso, ¿verdad?

  • Pues no, no es eso lo que quería preguntarte… bueno… verás, viendo páginas del pasado

por la red…, la historia de los antiguos MR. OLYMPIA…

  • ¡Vaya! ¿Conoces lo que significa eso, quién te lo ha contado tu padre, tu abuelo?

  • No hace tantos años que no se celebra, ¿no? El último fue en el 2.027.

  • Se sigue celebrando, pero de otra manera…, tal y como lo conocimos , el Fisicoculturismo de competición murió en esa fecha, si… bueno, ya sabes: después de lograr el crecimiento en tejidos por implantes de células madre, de la manipulación genética deportiva… ya no tenía mérito el tamaño, y después, encima lo de los inhibidores o los supresores de adipocitos, para qué contarte… si cualquiera puede tener la masa muscular que quiera suprimiendo la miostatina, pues ya me dirás que hay de increíble en pesar 180 kilos de músculo. Para uno ochenta.

  • De todas maneras el culturismo ya estaba moribundo… Si te fijas, los campeones de principios de siglo ya comenzaban a perder cortes y definición. Por ejemplo un aceite llamado synthol comenzó a desarrollar antiestéticamente los cuerpos de aquellas personas, y eso ya hirió de muerte a lo que siempre había sido una concepción de la perfección física corporal, no solo tamaño por tamaño ¿Y esto que tiene que ver contigo?

  • Yo quiero ser culturista…”

Ahora si que Carlos abrió los ojos, hacía muchos, muchos años que no escuchaba esa frase, puede que veinte años o tal vez más. Se preguntó si este tío estaba bien de la chaveta.

  • Pero qué me cuentas, chaval…. Llevas escasamente 3 meses en el gimnasio, no te veo demasiado en las máquinas de cardio, supongo que no harás más que pasar el tiempo en la zona húmeda, relajándote, y ¿me saltas con eso?

  • No he ido ni una vez al Aqualón. Y no me gustan los simuladores de competiciones, los años de jugar con los videojuegos ya los pasé… Ahora quiero desafíos de verdad.

  • ¿Qué pretendes diciéndome eso, que quieres jugar con esto ahora?

  • Yo he estado por la sala de pesas, mirando a los culturistas que estaban allí, no pretendo ponerme como los otros chicos que vienen aquí a perfeccionar su fuerza, no quiero hacer Press de Banca con 250 kilos con músculos de diseño. Quiero obtener resultados de mi propio esfuerzo.”

El silencio halló un hueco entre ambos… pasó un ángel…, dos…, quizás unos cuantos; ahora los ojos de los dos tenían la misma abertura, pero los de Juan desafiaban a los de Carlos.

  • Me estás diciendo que quieres entrenar como hace 50 años, sin drogas, sin genética alterada, sin pastillas supresoras, ni nada de nada… Y quieres que me lo crea en el año 2.042… ¿me has tomado por tonto?

  • No voy a ser el único que lo haga, cuando voy a la sala veo a gente que parece esforzarse, que suda, fallan en sus levantamientos, respiran jadeando y tienen muy buen aspecto a pesar de su edad…

  • ¡¡El único quizás no, pero si con menos de 40 años!! esos que ves pertenecen a otra época, tienen otro estilo de vida, además como los has descrito, son una pandilla de trasnochados perdedores, enganchados a la telomerasa.

  • ¡¡¡¡¡Como tú!!!!!

Jodido niñato” pensó el entrenador; volvió a dejarse caer en el cómodo sillón pasándose su dedo índice izquierdo por el labio superior, sopesando lo que haría con aquel pesado que se atrevía a darle problemas que, por otra parte, bien sabía que eran la salsa de la vida… Eran lo que transformaba una vida ociosa y sin sentido, en algo en el que ocupar tu tiempo de una manera positiva, dando sentido a lo que no lo tenía.

Lo miró de arriba abajo, Juan vestía elegantemente con ese uniforme de la multinacional, que le daba un aire entre diplomático y militar. Impecáblemente peinado, lucía un bonito módulo personal, como brazalete con un aire deportivo, de color negro. Adivinó que debía de andar por la treintena sin necesidad de ver su cara, el reciente trabajo le dio una idea más exacta de ello. Su ficha además, contenía datos que él recordaba, 1,82 m. ni alto ni bajo, unos 73 Kilos, algo delgadito para lo que los chicos de su edad solían pedir al ingeniero estético, y unas buenas proporciones. Acababa hacía unos cuatro o cinco años de terminar su proceso de crecimiento, recordaba Carlos que él a los 21 ya no creció nada más y se preguntaba de qué manera la raza humana había llegado a ralentizar tanto su desarrollo. Ahora la pubertad se tenía a eso de los 15-16 y su desarrollo no paraba hasta los 23-24 en chicas y 25-26 en chicos, y eso tan sólo con dos generaciones. Todavía demasiado joven para las terapias antiaging.

De nuevo, puso los pies encima de la mesa, y las manos fueron a parar a su nuca…

  • Bien, y qué pinto yo en ese “proyecto” ¿tuyo?

  • Tú eres de los últimos entrenadores que conozco, hace unos dos años que renuncié a ponerme inyecciones y las píldoras apenas las tomo.

  • ¿Y por qué tengo que ayudarte?

  • Supongo que por dinero, ¿no?

  • ¡FALLO! Te equivocas, crees que me hace falta más dinero del que ya gano; podía estar retirado viviendo 6 meses en Puerto Plata y otros 6 meses en Benidorm, pero verás… aquí me tienes, pero no por dinero.

  • Entonces…, ¡porque lo deseo con toda mi alma y sé que sólo tú me podrás enseñar lo que me hace falta!

  • ¿Has probado con libros o la red?

  • Sabes que hay mucha información, pero contradictoria, y no quedan muchos expertos en todo el mundo vivos que puedan enseñar como tú. He investigado y sé que eres de los mejores entrenadores, que tú mismo fuiste competidor… Aunque nunca ganaras nada importante, debido a… tu renuncia a tomar las primeras sustancias para mejorar el físico.

  • Esteroides… casi me da la risa, comparado con que hay hoy, son caramelos para los niños… y pensar que algunos creían que era la solución a sus problemas. ¡Ay Dios mío! ¿Y qué gano yo perdiendo el tiempo contigo?

  • Pues la verdad, si no quieres dinero… dime algo que quieras y que yo te pueda dar. Conozco a varios genetistas que podrían usarte en sus investigaciones sobre la inmortalidad. Sabes que estamos muy cerca…

  • No déjalo, todavía no sé si merece la pena vivir para siempre.

  • Entonces…?

  • Verás, para poder perder el tiempo contigo necesito estar seguro de que tienes la suficiente motivación por tu parte.

  • Si te doy mi palabra….

  • Hace décadas que no confío en la palabra de nadie, muchacho…

De repente se dio cuenta de que el batido y las tortas seguían allí, los miró de soslayo y comenzó a comer las tortas mirando a Juan.

  • Sabes que el culturismo no es solo entrenar verdad.

  • Si, algo había leído, creo que es necesario tomar una especie de rudimentarios preparados nutricionales ¿no?

  • Si… algo así, supongo que entonces, si quieres ser culturista, también has de comer y vivir como uno de nosotros… y eso significa privaciones, nada de píldoras, nada de comidas basura, ni de pastillas, ni de inyecciones de células madre, ni aceleradores del crecimiento ni nada de nada… ¡NADA!

El neófito se lo pensó un momento, esto no lo había calculado, suponía que tendría que entrenar de una manera que ya apenas existía, pero no sabía que además debía de hacer comidas “especiales” y pasar de la manera de comer de siempre.

  • Eso quiere decir que no puedo tomar nada que no existiese hace 50 años

  • No, significa que no puedes tomar nada que yo te diga que esté prohibido.

  • No lo había tenido en cuenta.

Juan pensó en aquello, sabía que era algo que iba a requerir más de 2 horas al día. Desde su infancia estaba habituado a los sabores dulces y a los atracones impulsivos que, de vez en cuando todavía hoy, se veía obligado a satisfacer por su ansiedad. La ansiedad ya estaba catalogada perfectamente como una enfermedad más, aunque no te daban de baja a no ser en los últimos estadios, las drogas del comportamiento eran sumamente eficaces para esto. Y aquel tipo parecía estar chantajeándole con no ayudarle si no hacía ese sacrificio gastronómico, parecía estar hablando en serio, incluso lo creía capaz de hacerle la prueba de sangre para detectar todos los productos que alteraban el estado natural. Aquellos aparatos no estaban creados para detectar sustancias si no para saber los niveles en sangre, a fin de ingresar nuevas dosis o validarlas como óptimas.

  • Pues dímelo ahora ¿si o no?

Aquella situación empezaba a divertir al experimentado maestro. Él era un cascarrabias en ese sentido y ver como alguien se debatía entre seguir su vida cómoda y apacible o realizar algo que otra persona; él mismo le imponía, realmente le divertía. Era una primera prueba de voluntad fácil y rápida.

De pronto, Juan soltó:

  • Está bien, lo haré.

Una media sonrisa circulaba por los labios de Carlos, a la vez que empezaba a beber del batido.

  • Sabes que te haré mirar los niveles de sangre con el módulo personal.

  • Si, lo sé, pero lo haré.

El hombre joven no sabía bien a lo que iba a hace frente, en su vida, salvo alguna escapada de jovencito o alguna ocasión en excursiones escolares, jamás había pasado verdadera hambre, ni sed, ni conocía lo que eran las privaciones de alimentos.

  • Pues bien, suponiendo que digas la verdad, y que yo por alguna rara decisión astral, acceda y que además perseveres en tu idea, debo ponerte condiciones.

Juan miraba hacia el suelo, perder la mirada le hacía buscar su sitio en aquel tablero de la partida que Carlos le ofrecía.

  • ¿Y ahora qué más quieres?

  • Para empezar, tú sabes que lo que me pides requiere de tiempo, por mi parte… además de que sin duda, un chico como tú dará que hablar si empieza a entrenar a la antigua usanza entre los otros mastodontes de tu edad, eres consciente de que no irías a pasar inadvertido. Por lo tanto, seremos discretos, vendrás cada día a las seis de la mañana a entrenarte bajo mi supervisión, en realidad no todos los días, solo 3 veces a la semana bastarán.

El principiante alzó la mirada pausadamente, “bueno” pensó para si; “podía haber sido peor, lo malo es que si no voy a tomar nada, voy a tener problemas para acostarme tan pronto, y tendré que vervmis programas de TV en diferido”. Aunque para aquel entonces el directo era raro, en 2042 estaba de moda hacerlo así, era la forma que los productores de televisión alardeaban de “frescura” en sus producciones.

  • Me parece bien, lo de la hora es porque no hay nadie en el gimnasio, ¿no? Lo que no entiendo bien es porque solo 3 días, normalmente todos vienen casi diariamente.

  • Si, pero chico, tú eres un novato, y a menos que te metas la misma mierda que los otros de tu edad o tengas el nivel de entreno de los míos, tú no debes entrenarte así. Tu sistema inmunológico es perezoso y no está capacitado por si mismo para recuperar tal cantidad de entrenamientos a la semana, recuerda que no vas a tomar nada de nada.

  • Por eso mismo, parece lógico que deba entrenar más, si no, no les alcanzaré.

  • No es esa la cuestión, ¡¿ves como eres un novato?! Precisamente tu cuerpo no crece cuando entrenas; entrenar no es más que encender el motor del cuerpo, es provocar una respuesta de un sistema de defensa innato en el ser humano, al menos en el ser humano de mis tiempos.

Una leve sonrisa apareció en los labios de Juan. Carlos le miró, y de repente, tuvo deseos de ayudar a este chico. Nunca había hablado más de tres o cuatro conversaciones intrascendentes con el nuevo, pero ahora se establecía un vínculo que le provocaba situarse en el otro lado del diálogo.

  • Debes tener en cuenta – siguió hablando- que tu meta, el incremento de la masa muscular, se producirá solo si, una vez puesto en marcha el proceso de respuesta mediante el entrenamiento, le das al cuerpo el tiempo y los materiales necesarios para que se recupere de ese ataque que ha sufrido, y se fortalezca. Hasta los más niños sabían antes que no se podía entrenar todos los días, y las divisiones de entreno, que más tarde adoptarás, lo que hacen es establecer rotaciones periódicas para facilitar la recuperación.

  • Sigo sin tener claro lo de sólo tres días…

  • Y además, menos lo vas a tener, cuando te diga que vas a hacer todos los días siempre lo mismo. Tú cuerpo necesita aprender a adaptarse y los primeros pasos van a ser fáciles. Pero no creas que no vas a tener resultados, probablemente nunca igualarás la eficacia de estos primeros meses.

  • Comprendo. ¿Y qué es lo que voy a entrenar Carlos?

  • ¿A que te refieres? ¿al entrenamiento? ¿O a la comida?

  • ¡La comida!, si claro es muy importante

  • No, es lo MÁS importante, de esto dependerá verdaderamente si vas a progresar o no. ¿Hace mucho que no tomas drogas?

  • Te refieres a las corporales ¿verdad?

  • Si, las psíquicas también afectan pero creo que tú no las necesitas, después de tener semejante idea se ve que no las usas a menudo…

  • ¡Hace una hora que estoy hablando contigo y ya me has calado hasta ese punto! Bueno verás, las corporales las he abandonado paulatinamente, ahora solo tomo de vez en cuando unas nuevas que hay, que impiden la absorción de los alimentos.

  • Desde luego, ya no saben que inventar, eso no es más que la bulimia perfeccionada. Sabes que tienes que dejarlas, ¿verdad?

  • Si, lo sé, lo sé.

  • Pues sabiendo un poco más de ti, como sé por tu ficha, creo que vamos a empezar por la dieta. Empezarás el día comiendo algo de leche desnatada con copos de avena integral.

  • Un momento que lo grabe en mi módulo.

El ejecutivo dio un giro a su muñeca izquierda y apareció un haz de luz que se abrió hacia arriba formando una especie de cono-pantalla en tres dimensiones, le pareció un poco irrespetuoso hablar con su módulo en presencia del viejo entrenador y optó por los mandos manuales.

  • Ahora, puedes seguir que tomaré nota.

  • Aparte de ese ‘bowl’ de cereales, tomarás un par o tres de tostadas de pan integral de lo que quieras, trigo, avena o lo que prefieras con un poco de mermelada o aceite de oliva virgen; y por si acaso, te tomarás una fruta que bien pudiera ser piña o un kiwi. Además de una porción de queso desgrasado o en su caso un batido de proteína de suero.

  • Y eso todas las mañanas, no puedo variar.

  • Puedes variar la fruta, o de tipo de pan, si quieres incluso puedes prepararte un buen puré de patatas y sustituir el ‘bowl’. Eso si el sabor del batido te lo dejo a tu elección. Después de entrenar te tomarás otro batido con unos ochenta gramos de un Weight Gainer y 40 de proteína de suero, la marca me da igual, le añadirás un poco de glutamina, potasio y algo de vitaminas.

  • ¿Eso en casa?

  • No el batido un segundo después de tu última serie, eso si, tómalo despacio y tranquilo.

  • Desconozco las razones de la dieta que me estás poniendo.

  • Yo te las diré. Tu objetivo es que pongas peso, pero lo más limpio posible ya que para disminuir la grasa no podrás tomar nada tampoco, majete. Ahora viene la comida de las diez de la mañana: un buen sándwich con pan del mismo tipo del que comiste antes y unos ciento veinte gramos de atún en agua, o cualquier producto marino que iguales la cantidad de proteína de esa cantidad de atún, incluso pollo, pero este lo dejaría para más adelante. Para terminar un yogurt natural sin azúcar. El azúcar es, a partir de ahora, tu enemigo.

  • ¿Y eso por qué?

  • De momento te diré que los carbohidratos simples provocan la salida de una hormona llamada insulina, que tenemos que tener bajo control. Muchos pensaban antes que había que estar contra ella todo el tiempo aunque lo que hay que hacer realmente es sabor cuando hay que producirla y cuando no.

  • Pero el Weight Gainer de antes, del batido post entreno lleva azúcares rápidos y bastantes.

  • Ya, pero eso está controlado como te estoy diciendo; por dónde iba… ah si, a eso de las doce y media o la una, te comerás un buen plato de arroz o pasta, además de un cuarto de kilo de ternera limpia, si quieres puedes echarle especias, pero que no lleve demasiadas calorías. De nuevo a las cuatro de la tarde volverás a comer, en esta ocasión repetiremos el sándwich de las diez, o tal vez prefieras un plato de legumbres, aunque tú no creo ni que las conozcas, bueno ya te pasaré un libro de cocina del siglo pasado.

  • ¿Y eso? ¿Tendré que hacer un curso de cocinero de los tiempos del CD?

  • Y pensar que creíamos que lo del CD duraría… Pues, si, mejor así, por lo menos las comidas sabrán a algo… que estoy del glutamato ¡que lo veo doble! No me interrumpas que pierdo el hilo… las cuatro vale, vale, la siguiente comida es a las siete de la tarde, aquí tomarás una tortilla con 6 claras y 2 yemas, las echas si quieres en el termomanufacturador y lo programas; la de tiempo que había pasado antes con la tortilla para que saliera bien y ahora, con este cacharrito… ¡Plum! y sin problemas, bueno… además de la tortilla una ensalada te puede venir muy bien, aderézala con aceite sin miedo. La última comida, la de las diez de la noche; dependerá un poco de cómo lo quieras, si quieres comida sólida, podrás tomar cualquier pescado, eso si, solo. Si prefieres un batido, lo tomarás de caseína justo antes de acostarte. Además tomarás un polivitamínico- mineral en la comida de las cuatro de la tarde. Se acabó.

  • No serán muchas comidas? son varias, creo que he contado siete.

  • No son muchas son las que has dicho, además ninguna te hará comer hasta el límite. Son comidas abundantes pero que no forzarán la creación de grasa, si no que, sin embargo, te ayudará a poner algo de músculo puro.

  • ¿Y entrenar? ¿Cómo voy a entrenar?

Las luces del alba hacía tiempo que habían obligado a apagar las artificiales, que por el gimnasio abundaban, desde el descubrimiento de los Leds allá por los albores del siglo XXI, la luz no era un gran gasto. Gracias al edificio construido en vidrio, la luz natural era aprovechada con enorme eficiencia, además el propio calor del sol era la fuente de energía de las calefacciones y otras funciones. Una de las cosas que el futuro le había sentado a Carlos era que ahora apenas nadie pagaba una factura a una empresa que te la solía administrar. Las unidades de energía autosuficientes consiguieron acabar con este tipo de multinacionales, fue un duro golpe para ellas. Además sus esfuerzos por ocultar e impedir que el gran público pudiera tener acceso a estas fuentes autónomas de energía hizo que varios de sus directivos se sentaran en los juzgados y fueran condenados a la cárcel por ello, con cargos que empezaron en los años 80´s del siglo pasado. Estos jóvenes no sabían lo que era pagar por tener electricidad o gasolina, afortunadamente.

  • Se acerca la hora de abrir, mañana a la seis nos vemos y te lo diré de primera mano y en directo, te parece Juan.

  • Si, no quisiera molestar, me voy, muchas gracias por todo, Carlos mañana aquí estaré.

La decisión con la que pronunció esas palabras, causó en el experimentado culturista un sentimiento de seguridad que no esperaba en alguien cuya generación era el colmo de la pasividad. A él le exasperaba como estos chicos del 2.042, se conformaban con todo, ¿qué había pasado con el espíritu rebelde de la juventud? Los videojuegos habían creado una nueva realidad para estos jóvenes, con todo lo que ellos querían y no encontraban en la vida real. Un sitio donde vivir la vida que la sociedad les negaba o ellos preferían por su facilidad de acceso. Los casos de personas que se negaban a salir de este mundo habían logrado comenzar con la vida virtual en los años 20´s de este nuevo siglo. Personas que se negaban a vivir en la vida real y que gastaban todo su dinero en los nichos, donde aparcaban sus cuerpos para vivir la otra realidad.

Las otras distracciones, las más antiguas seguían existiendo no obstante. Los deportes de equipo eran los que más éxito tenían, los atletas habían alcanzado tal grado de especialización que parecían máquinas, eran en realidad los entrenadores los que de verdad manejaban a sus equipos. Eran inmensos partidas de ajedrez…

El día siguiente miraba el reloj, las seis menos cinco, la idea de que todo fuera un sueño le rondaba por la cabeza, no obstante la rotundidad del joven, y por qué no, las ganas de entrenar le hacían concebir esperanzas.

  • Hola, ¡buenos días!

  • ¡Hombre! Ya has llegado y veo que eres puntual. Eso está bien.

  • No quería empezar mal la cosa.

  • ¿Que tal el desayuno?

  • Pues, verás, no he podido con todo pero prometo que mañana lo haré.

  • No te preocupes, se me olvidó decirte que alcanzaras a comer todo eso pero poco a poco, añade cada dos días una de las comidas y así acostumbrarás a tu cuerpo.

  • Menos mal, porque pensaba que no iba a ser capaz hoy de meter toda esa comida. Me cambio en un minuto vale.

  • Bien, mientras iré escribiendo aquí tu rutina:

Calentamiento – 5 min. Cardio

Prensa 3×15

Peso Muerto Rumano 3×15

Dominadas 3×10

Press Banca 3×12

Press Mancuernas 3×12

Encogimientos 3×20

Juan recibió la hoja con los ejercicios a bolígrafo que casi era ya un instrumento anacrónico.

  • ¿Sólo eso? Menos mal. Pensaba que ibas a ponerme dos hojas de ejercicios.

  • ¡Sólo eso! Como se nota que no has entrenado en tu vida hijo. ¡Ay, Divina juventud! Anda, calienta, que voy a ver un momento las poleas del cruce.

El entrenador se hacía el distraído pero su atención estaba puesta en cómo enfocar al aprendizaje del alumno.

  • Ya has terminado, bien, ahora haremos piernas en la prensa, lo mejor será empezar explicándote como hacerlo, coloca un peso medio, siéntate procurando pegar bien los riñones al respaldo y no lo separes NUNCA. La zona entre el coxis y la mitad de la espalda ha de estar totalmente pegada a la tabla de apoyo. Ahora separa tus pies a la anchura de tus hombros y pon las punteras ligeramente hacia fuera, empuja fuerte y saca el freno. Verás, harás el movimiento controladamente, despacio, flexiona las rodillas hasta que haya 90º o 100º; es decir entre en fémur y la tibia, en ese momento te paras completamente. Empuja hacia arriba pero no bloquees las rodillas, guarda siempre un ángulo mínimo, para no colocarlos nunca en línea recta. Hoy como es el primer día solo harás una serie, hasta día a día llegar a las tres que conforman tu rutina.

  • ¿Sólo? Creía que íbamos a entrenar algo más fuerte.

  • Está bien, si quieres agujetas… Te arrepentirás, una es más que suficiente el primer día, sólo pretendo que aprendas a hacer bien los movimientos. Pero bueno, haremos dos series, entre cada una guardaremos un minuto o minuto y medio de descanso, puedes aprovechar para beber agua, es altamente satisfactorio tomar agua para reponer líquidos especialmente en verano por la transpiración.

  • Ya veremos…

Tardó alrededor de minuto y medio en realizar las 15 repeticiones y su cara reflejaba que le hubiera gustado haberse callado; pero pensó “ahora no me puedo echar atrás” y siguió con la segunda, después de descansar noventa segundos.

  • Bueno ya está ¿y ahora?

  • Peso Muerto rumano, un buen ejercicio que ya casi nadie hace, está dirigido a los músculos que soportan la columna y a los Isquiotibiales, músculos que los culturistas siempre hemos llamados femorales. Preparemos una barra olímpica y pongamos dos discos de 20 kilos, uno a cada lado.

  • ¿Que es esto del cinturón y por que me lo das?

  • Tú póntelo, y asegúrate de colocártelo en la cintura, por encima del ombligo, sirve para asegurar tu espalda y aminorar posibles daños. Ahora agarra con una mano con la palma hacia delante y la otra con la palma hacia atrás, con una abertura entre ellas como la anchura de tus hombros o algo más. Esto se hace así porque más adelante usarás pesos considerables que desgastaran mucho la fuerza de tu agarre y alternar entre las series el tipo de agarre permitirá que los músculos no se cansen tanto. Coloca la cadera más baja que los hombros y aplana la espalda y levanta a pulso el peso, pero sin tirones violentos, procura sacar los dorsales como en la pose de expansión; cuando llegues arriba no pases de la perpendicular al suelo con el tronco. Y seguidamente, comienza a bajar tras una breve pausa… lo primero es dejar caer el cuerpo hacia delante y rápidamente, doblar las rodillas, baja hasta que la barra alcance las rodillas con eso bastará.

Cuando realizaba la serie, su cara enrojecía por momentos, pero efectuó las quince repeticiones sin rechistar, el entrenador empezaba a creer en él. “Tiene orgullo”, pensó, espero que pase a un grado más. Cuando acabó la segunda serie el sudor era más que patente en su rostro. ¿Por qué lo hará? Con una simple dosis podría llegar a quintuplicar el peso usado (60 kilos) y haría el doble de repeticiones, estaba claro que el chico estaba descubriendo algo que no conocía.

  • ¿Y ahora que es lo que venía?

  • El rey del pecho, el Press de Banca, túmbate boca arriba en ese banco y coloca los pies bien asegurados en el suelo. Ahora échate hacia atrás hasta que tu espalda descanse en el mismo banco. Procura apoyar sólo tus glúteos y la mitad superior de la espalda, deja que la curvatura natural de la columna provoque un hueco bajo tus lumbares. Agarra fuerte la barra con una anchura un poco superior a la de tus hombros. Saca con energía la barra del soporte, y ahora bájala controlada y lentamente hasta que casi toque tu pecho, detente ahí uno o dos segundos y empuja fuerte hacia arriba, tienes que tener en cuenta que tus codos han de abrirse en un ángulo perpendicular al tronco, si cierras este ángulo no estiras la articulación convenientemente, y puedes hacerte daño en el hombro, como ocurrirá si abres demasiado ese ángulo. Otra cosa chico, no estires los brazos totalmente hasta que se bloqueen, en la parte superior si no los tríceps llevaran gran parte del ejercicio.

  • Si llego a saber que esto cuesta tanto…

  • Venga hombre que todavía te queda una serie.

  • ¿Sabes una cosa que me molesta? El otro día vi a uno que entró casi a la vez que yo aquí, y movía 200 kilos en mes y medio; pero lo mejor, es que se está engañando él solo. Prefiero esto mil veces. Ahora sé qué es lo que puedo realizar yo, no lo que las drogas pueden hacer. Estoy harto de ser un peón que se mueve al son que nos marcan.

El viejo profesor le miró y pensó que este chico no era como los que tenían su misma edad, tenía un halo de esa rebeldía que caracterizaba a la juventud a través de lo siglos, ese inconformismo que parecía extinguido, pero que era una seña de identidad básica en la juventud de cualquier época… menos la actual.

Años de publicidad habían moldeado la conducta a seguir, los hábitos de vida que estaban de moda eran los que marcaban las grandes campañas de marketing, a las grandes empresas les resultaban atractivos los adolescentes compradores compulsivos, tuvieran la edad que tuvieran. A veces Carlos pensaba que eran las grandes entidades financieras las que regían al mundo en lugar de los gobiernos. Nadie podía vivir sin pedir créditos y eso ya era evidente cuando él era pequeño, ahora ya es algo normal, nadie conocía a nadie que no estuviera pagando un préstamo. Era casi una señal de excentricidad. Casi era como nacer debiendo a los bancos. Por supuesto Carlos era uno de esos raros ejemplares que no tenía créditos que pagar.

  • No te me despistes que ahora viene una buena, las dominadas con tu propio peso.

  • Será una broma lo de las diez repeticiones que has escrito, ¿no? Porque tal y como estoy, y con suerte, puede que haga cinco o seis.

  • No importa, ya las harás, prefiero eso con tu peso, que te acostumbres a realizarlas con ayuda o que no las hagas porque son muy duras. Además de esta manera es diferente, seguro; pon las manos en la parte media de la barra no en el extremo ni tan juntas que no tenga ni la anchura de tus hombros, empezaremos con las más fáciles y con el tiempo iremos abriendo el agarre. Déjate caer en el aire y antes de nada alza tu pecho y échate hacia detrás antes de subir, desde ese punto sube controladamente y sin tirones, es decir, como siempre se suele ver…, ahora sube hacia arriba, hasta que tu barbilla quede cerca de la barra, y deja caer tu peso sintiendo que son los dorsales los que realizan el trabajo. Quédate abajo estirando un momento.

Cinco no fueron las que hizo, faltó poco para la quinta completa, pero el veterano culturista no le ayudó a hacer ninguna con ayuda. Juan bajó de la barra, soltándose y le preguntó:

  • ¿Por qué no me has ayudado a ejecutar la quinta y una sexta repetición?

  • Porque no eres más que un simple principiante y con ese nivel de entreno, no deberías de realizar ni una sola repetición forzada, entiendes. Ese era uno de los mayores errores que se cometían, creer que uno podía mejorar siempre usando esta táctica, que es provechosa pero no siempre y menos usándola todos los días, y todavía peor por un principiante. En mis tiempos nadie con menos de dos años de entrenamiento hacía nada de eso, incluso conocí muchos campeones que jamás las han usado.

La segunda serie no pasará a la historia de las dominadas, tres y media no era una cifra para vanagloriarse, pero es que Juan no estaba para unas Olimpíadas, precisamente. Al menos las ejecutó

estrictamente, tardando casi treinta segundos en completarlas.

  • Hombros: press con mancuernas; usa éstas de aquí; hay muchas versiones de este ejercicio, pero te enseñaré una muy facilita de explicar. De pie, coloca las mancuernas dejándolas caer en los hombros, ahora álzala pero solo la izquierda, cuando llegues arriba con un movimiento controlado, domínala y bájala hasta que toque tu hombro de nuevo y, seguidamente, sube la derecha repitiendo la acción hasta veinticuatro, doce con cada hombro.

  • Dios, como quema esto… veintidós, veintitrés… y veinticuatro. Acabé.

  • Si, la primera serie…

El sudor era más que abundante en el cuerpo del ejecutivo, pensaba que era lo que le quedaría por delante y si no tendría razón el tipo que le dijo que porque no iba a visitar al diseñador suyo. Pero había una sensación nueva, de derrota, de cansancio por un esfuerzo, que le empezaba a dar una confianza en si mismo que hasta ahora pocos estímulos físicos habían logrado inflingirle. Sentía como su cuerpo intentaba avisarle que estaba cerca de su límite, el sudor empezaba a enfriarse, su cabeza no era tan fiel como siempre en su agilidad de pensamiento y eso… le encantaba.

– Ya sólo te queda uno, abdominales. ¿Cómo te encuentras?

– Bueno, he estado mejor otras veces; pero acabaré tenlo por seguro.

– Tranquilo hombre, que vas a terminar el entreno. Túmbate en ese banco boca arriba y pon las rodillas en 90º. Ahora sitúa tus manos y brazos cruzados sobre tu pecho, levanta el cuello y antes de moverte, pega bien tu espalda baja al banco y no la levantes por nada del mundo, de acuerdo. Encógete apretando los abdominales hacia el abdomen y detente un segundo arriba, llegarás a veinte, ya verás.

La cara de Juan dejaba traslucir el dolor que sentía en esa zona corporal, pero no aceleró ni un segundo la velocidad de ejecución del ejercicio, hasta Carlos se apiadó de él y le dijo que no hacía falta que hiciera la segunda serie. El joven se negó en redondo y la hizo como si de ello dependiera su vida.

– ¿Qué tal lo he hecho?

– Bueno, para ser producto del siglo XXI, me has dejado impresionado. Veo que tienes algo dentro que necesita salir.

– Y ahora mismo puede que salga… ¿puedo irme al vestuario?

– Si hombre claro, ve.

Carlos no pudo evitar sonreír sin que Juan lo viera. Sin embargo, aquel hombre le había enseñado algo que parecía que ya no existía; un espíritu de sacrificio. Un esfuerzo aparentemente inútil que nadie que no hubiera pasado por ahí sabría que alimentaría todas y cada una de las acciones que la vida deparase a Juan. Nadie que no hubiera sido antes… un simple culturista.